sábado, 8 de septiembre de 2012

Sufrimiento



Sufrimiento   

Cambiarán de asistentes el Senado, la Cámara de Diputados, los congresos locales, el gabinete federal todito, algunos cabildos derrochadores como el de Acapulco. La renovación política deja en la orfandad presupuestal a miles de pecadores, que cobraban altísimos emolumentos sin desquite ni vergüenza.

   La trampa existe. El cinismo la multiplica. Los políticos encubren sus cobros en la nómina edificando una fantástica Torre de Babel: Crean una confusión generalizada: $60 mil de sueldo. Más $100 mil de viáticos. Más otros $100 mil para gestorías. Y súmele $100 mil más para obras. Y otros $100 mil a imprevistos.
   ¡Ah…! Y cuando los tramposos ofrecen bajarse el sueldo, se hacen una quita de 30 mil pesos, dejando sin tocar el resto de los despojos que siguen fluyendo directo a sus ladrones bolsillos.
   Al final, nuestros representantes populares, reciben en forma global, del dinero de nuestros impuestos, una cifra cercana al medio millón de pesos mensuales. Sin sudar ni acongojarse.
   Con este saldo, favorable a la cáfila de cleptómanos que medran del dinero fiscal nacional, la política es ahora, junto con el crimen organizado, la única actividad económica rentable, con la que se pueden erigir fortunas tan sospechosas como inexplicables.
   Y como no es justo que se les restrinjan sus beneficios, a los próceres que nos gobiernan, se les autorizan seguros médicos con cobertura hasta en Houston. Pases para que no paguen en ninguna caseta de todas las autopistas del país. Viajes, aguinaldos, dispendios en hoteles, restaurantes y bares, guaruras, choferes, vehículos blindados, teléfonos móviles, servidumbre, personal comisionado, lap-tops, gimnasios, bases y plazas para familiares y allegados y mil canonjías más, que ya ni siquiera ocultan, digamos que por pudor.

   Durante el tiempo en que se disfruta de este bienestar artificial, la mente se ofusca. Tanto beneplácito embriaga.

   Cuando es muy alta la limosna hasta el mismo santo sospecha.

   Pocas veces en la vida hay etapas como ésta, en la que abunda el dinero y con ese sobrante vienen de manera inercial sobrando muchas otras cosas: amigos, amores, compadres, saludos, ofertas, negocios y las trácalas que se disfrazan de tráfico de influencias.

   Hay quienes creen que utilizar el fuero para cambalachear un obsequio, es cosa sana. O que cobrar una tarifa preferencial por un voto, es sólo el costo de un negocio a toda ley.

   Cuando la dieta, de cientos de miles de pesos, se suma por 40 o 70 meses consecutivos, los políticos ignoran el sufrimiento de las clases menesterosas. Se olvidan de la inhumana tragedia que es sobrevivir con un mísero salario. 

Ahora usan vehículos blindados, ventanillas infranqueables y pierden la noción de la pobreza y de las muchas vigilias que, ellos mismos padecieron, cuando en sus tiempos duros, vivían fuera del presupuesto.

   El pánico inicia cuando dejan el cargo. Se les acaba el trienio o sexenio y ninguna cantidad vuelve a ser depositada, cada mes, en sus haberes bancarios personales.

   De repente cesa la acumulación en sus cuentas. Son, a nuevos destinatarios a los que se les agregan dígitos en sus tarjetas de débito. Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos.

   Es cuando empieza el calvario. Dejar de recibir 200 mil pesos quincenales atrofia al más ecuánime. Esto les está sucediendo a quienes hoy dejan el Senado, los congresos, los cabildos y sienten la intemperie cruda y la orfandad inclemente.

   “Qué irá a pasar cuando el último pez muera, agonice la última ave, se seque el último árbol y el único río que aún transcurra, se extinga. El hombre aprenderá entonces que el dinero no se come”.   

   Esta es una reflexión del Dalai Lama, pero quienes apenas ayer cobraron su última quincena del erario, así se encuentran.  
   
   Como si el último riachuelo se estuviera secando.

   PD: “Yo no lo sé de cierto; lo supongo”: Jaime Sabines.


Autor del texto: Juan López García.
2012